Volver a Brandi: reflexiones sobre la teoría de la restauración I: El concepto de la restauración

El concepto de la restauración


Nota: Todas las frases entre comillas (“…”) corresponden a citas textuales del libro Teoría de la restauración de Cesare Brandi (1950). Las reflexiones en texto normal son comentarios o interpretaciones personales del autor.

Diversas ideas nos ofrece Cesare Brandi para tratar de establecer lo que la restauración es. Estas concepciones, a lo largo del texto, ayudan tanto a delimitar el concepto como a incluir todo aquello que considera factible de conservar.

Intervención dirigida a devolver la eficiencia a un producto de la actividad humana”.

Sin embargo, esta primera definición resulta general, demasiado abierta y algo confusa, pues parece hacer referencia a manufacturas industriales, dejando de lado la idea del arte. Aun cuando el arte forma parte del quehacer humano, resulta difícil verlo con los mismos ojos. Así, Brandi desglosa el término de funcionalidad en el sentido de recuperar la función o uso del objeto, algo posible en lo industrial pero más etéreo en las artes. Por tanto, considera que la funcionalidad existe, sí, pero es menos relevante frente a los demás valores del Bien.

Para clarificar la idea de conservar el arte, Brandi plantea primero qué es la obra de arte: un producto especial de la actividad humana, que recibe el “reconocimiento que se produce en la conciencia”, “por el hecho de tener que ser realizado cada vez por un único individuo” y “no puede producirse de otra forma que por esa propia identificación que cada individuo le otorga”, siendo un “producto de la espiritualidad humana”.

Retoma a John Dewey, quien afirma: “Sea cual sea su antigüedad y clasicismo, una obra de arte es un acto y no solo potencialmente una obra de arte cuando pervive en alguna experiencia individualizada”. (El arte como experiencia)

Esto plantea las características de lo que, en el futuro, será la definición de Bien Cultural mueble del tipo obra de arte:
  • Producto de la actividad humana. Es el hombre quien lo concibe y lo expresa materialmente.
  • Reconocimiento. Los seres humanos lo integran a su experiencia.
  • Único e irrepetible. Solo un individuo puede crearlo, y solo una vez tendrá esa capacidad.
  • Intencionalidad artística. El creador plasma en él su pasión.
  • Comunicación con el espectador. El objeto transmite emociones.

Tras esta abstracción sobre lo que la obra de arte representa, Brandi nos ofrece un primer acercamiento a la dualidad del Bien:
La instancia estética, que corresponde al hecho básico de la calidad de lo artístico por el que la obra es obra de arte; la instancia histórica, que le concierne como producto humano realizado en un cierto tiempo y lugar, y que se encuentra en un cierto tiempo y lugar.

Prefiero no profundizar aquí en estas instancias —las trataré con detalle más adelante—. Me parece más importante ahora abordar el tema mencionado previamente: la instancia de funcionalidad o utilidad. Brandi dice:

Aunque esté presente en la obra de arte —como en la arquitectura—, no podrá ser tomada en consideración por sí, sino en base a su consistencia física y a las dos instancias fundamentales con que se estructura la obra de arte en la percepción que la conciencia hace de ella.

Aquí difiero parcialmente de Brandi. Con los años y la experiencia, he constatado que el resguardo de la historia y la estética como valores fundamentales de las obras es, sin duda, la base para realizar una intervención justa, fundamentada y ética. Aun así, cuando Brandi afirma que las obras de arte no pueden ser medidas por su utilidad, deja ambigua la cuestión de qué hacer con los demás Bienes en este respecto.
En mi experiencia, la funcionalidad tiene una importancia equivalente a la historia y la estética, incluso en las artes. Toda obra es creada -para algo-: la contemplación misma es también un uso. Al intervenir, esta funcionalidad nos guía y delimita el nivel de acción posible. Incluirla como elemento de decisión —no necesariamente para recuperar la función, sino para orientarla— resulta útil para definir los límites y realizar una intervención que conserve tanto el valor histórico como la estética del Bien.

Volviendo a Brandi, encontramos su definición definitiva de restauración (de obras de arte, no de Bienes Culturales, cabe aclarar):

La restauración constituye el momento metodológico del reconocimiento de la obra de arte, en su consistencia física y en su doble polaridad estética e histórica, en orden a su transmisión al futuro.

Una hermosa manera de describir la labor que realizamos, aunque quizá no del todo comprensible para quienes no están familiarizados con sus terminologías e ideas.

Podríamos aclararlo así:

La restauración es el momento en que el ser humano reconoce y valora una obra lo suficiente como para desear conservarla íntegra, protegiendo su historia y transmitiendo su belleza al futuro.

Para Brandi, lo más importante dentro del proceso es el resguardo de la consistencia física, es decir, asegurar la estabilidad material. Pero en una obra de arte, la materia está íntimamente ligada a la imagen, lo cual hace que la obra sea una unidad estructural completa. Él señala:
La consistencia material en que se manifiesta la imagen”, y para “garantizar su mayor perdurabilidad posible... cualquier intervención será única, legítima e imperativa... la que la obra de arte consienta y requiera en orden a su subsistencia como imagen fija e irrepetible.
De aquí se desprende un principio fundamental:
Se restaura solo la materia de la obra de arte.

Sin embargo, el resguardo de esa materia —y de su imagen— debe considerar ante todo la instancia histórica en su doble historicidad:
Se ha dicho que la obra de arte goza de una doble historicidad; es decir, la que coincide con el acto que la formuló —acto de creación— y remite a un artista, un tiempo y un lugar; y una segunda historicidad, que proviene del hecho de incidir en el presente de una conciencia, es decir, una historicidad que hace referencia al tiempo y lugar donde en ese momento se encuentra.

Estas propuestas, orientadas a proteger la materia y la información histórica intrínseca al objeto, conducen a buscar un equilibrio que Brandi sintetiza en otro principio esencial:
La restauración debe dirigirse al establecimiento de la unidad potencial de la obra de arte, siempre que esto sea posible sin cometer una falsificación artística o histórica, y sin borrar huella alguna del transcurso de la obra de arte a través del tiempo.

Adoración de los magos. José Rodríguez Carnero. s.XVII
Capilla del Rosario, Iglesia de Sto Domingo, Puebla

En la práctica, aplicar este equilibrio exige experiencia, apreciación y conocimiento. No basta decidir: hay que estudiar, investigar y reconocer qué da valor artístico al objeto, y qué debe ser preservado como parte de su historia. Lo complejo es que el tiempo afecta la materia, y al mismo tiempo esa materia asimila el paso del tiempo.

En términos sencillos: si recuperamos la estética de la obra, perdemos parte de su historia; si respetamos la historia de la obra, la estética puede quedar oculta o alterada.

Por ejemplo, una pintura cuyo barniz se ha oscurecido con el paso del tiempo oculta la belleza plástica de la obra, pero ese mismo barniz contiene su historia: los materiales originales, las técnicas, el brillo y las huellas del tiempo. Si limpiamos el barniz sucio, recuperamos la imagen, pero perdemos la historia que ese barniz guardaba. Si lo dejamos intacto, conservamos la historia, pero la imagen queda alterada y velada.

¿Crees que las ideas de Brandi siguen siendo aplicables hoy en día?
Me gustaría leer tu interpretación o experiencia en los comentarios.

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