Introducción
Hace bastantes años estudié a Cesare Brandi y su Teoría de la restauración. Honestamente, recuerdo que fue poco lo que entendí de ese texto en su momento. Lo discutimos en clase, entre el profesor y los compañeros, y aunque algo se aclaró, fue realmente con el paso de los años —en el taller, durante la toma de decisiones, al analizar la importancia de las obras, la relevancia de la profesión y los resultados obtenidos en cada intervención— cuando pude abstraer el verdadero significado de todo aquello que había leído. Fue entonces cuando comprendí cómo podía ser útil esa teoría para mi desarrollo profesional.
Sin embargo, también me quedó claro que lo que la bibliografía plantea no es completo y, por supuesto, no es una receta. Dudo que Brandi haya pretendido que lo fuera.
Con la experiencia entendí la necesidad de aplicar esa teoría, esos criterios y definiciones, pero adaptándolos a mis propias circunstancias, de manera que me permitieran trabajar con ética, profesionalismo y respeto hacia las obras, sin dejar de obtener los resultados que los “propietarios” del patrimonio esperan.
El principal problema aparece cuando Brandi se refiere a las obras de arte, porque hoy en día los conservadores–restauradores intervenimos algo mucho más amplio: el patrimonio cultural. Las obras de arte son solo una pequeña parte de él. Entonces surge la pregunta:
¿Qué teoría empleamos para todo aquello que Brandi no incluyó?
La respuesta, al menos desde mi experiencia, es que seguimos partiendo de la suya, pero la adaptamos según el bien cultural que enfrentemos. Para lograrlo, es indispensable comprender a fondo lo que Brandi dejó como cimiento.
Hoy, muchos años después, con más experiencia, mayor comprensión teórica y, también, muchas nuevas dudas, vuelvo a estudiar la Teoría de la restauración. Ahora me resulta más interesante, más cercana a mi práctica diaria; me invita a reflexionar y a reinterpretar sus propuestas desde la realidad contemporánea del oficio.
A lo largo de estas próximas entradas intentaré desarrollar una abstracción de esa teoría, de una forma más comprensible, clara y aplicable para colegas, alumnos, estudiantes o curiosos que deseen entender las bases teóricas de la restauración. Espero que este análisis les ayude a comprender por qué los profesionales de la conservación y la restauración a veces realizamos trabajos que pueden parecer discutibles para ojos no expertos, o por qué nos vemos limitados frente a los deseos de quienes quisieran ir más allá de los valores propios del patrimonio.
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